abril 2012


No recuerdo tu nombre ni te dije te quiero
Buscaba tu calor y hallé solo tu inquina
En mi peor momento, en mi mayor espina
En qué se equivocó mi cuerpo lastimero

Todavía conservo en el labio ligero
Donde avanza la sed de madre submarina
La alusión a la fiebre con más fiebre termina
El orgasmo truncado, imposible aguacero

Tu deseo no sale del estado latente
El tarro nunca abierto de una letal esencia
Harina anochecida que ignora lo que siente

Orilla que sutura da pie a la disidencia
Del alma sepultada en olvido inclemente
Que arrastra por el suelo las migas de mi ausencia

Cien mil millones de poemas, Ed. Demipage

Vine a explorar el naufragio.
Las palabras son intenciones.
Las palabras son mapas.

Vine a ver el daño causado
y los tesoros que perduran.
Paso la luz de mi linterna
lentamente por el costado
de algo más duradero
que los peces o las algas
la razón por la que vine:
el naufragio y no la historia del naufragio
el objeto en sí mismo y no el mito
el rostro ahogado que mira siempre fijamente
al sol
la prueba del daño
convertida por la sal y el vaivén en esta raída belleza
las cuadernas del desastre
que protestan curvadas
entre los indecisos visitantes.

Este es el lugar.
(…)
Yo soy ella: yo soy él
cuyo rostro ahogado duerme con ojos abiertos
cuyo pecho aún soporta la fatiga
cuya carga bermeja de plata, de cobre, yace
en la oscuridad de los barriles
mal sujetos y abandonados al deterioro
somos los instrumentos semidestruidos
que una vez mantuvieron un rumbo
la bitácora corroída por el agua
la brújula bloqueada

Somos, soy, eres
por cobardía o por coraje
el ser que descubre nuestra ruta
hasta esta escena
llevando un cuchillo, una cámara
un libro de mitos
en el cual
nuestros nombres no aparecen

ADRIENNE RICH

Escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente.

DANIEL GLATTAUER «Contra el viento del norte»

La imagen es de Jerónimo Elespe