Conozco a la mujer de la que me hablas. Sé que existe. Va y viene. Se muestra y se esconde bajo el ánimo y la influencia de pequeños prodigios y de grandes hallazgos. ¡Qué gran mentira esa cosa de la estabilidad emocional!
No hay nada más estúpido que creer que siempre vamos a tener las mismas ganas de hacer las mismas cosas para ser feliz de la misma manera. Las emociones necesitan tomarse su momento de repliegue para coger fuerza y romper la piedra con la que tarde o temprano se estrellarán. Vivir en un estado de excitación permanente no es bueno ni posible.
¿Nos conformamos con la tristeza? No, nos alimentamos de ella, del vacío, de los seres que aparecen cuando la marea retrocede. Ese es el momento de escarbar en la arena, mirar dentro, recuperarte a ti misma frente a lo exterior. Transformar esa opacidad en claridad a base de intimidar con ella. Llega un momento, tarde o temprano, en el que tenemos que pararnos y separarnos del ruido que llevamos dentro y también del que nos rodea. ¿Cómo puedes emitir o reflejar el más mínimo brillo si no conoces la esencia de la oscuridad? Ese es el reto de la vida. Transformar la oscuridad que nos rodea en algo luminoso sin alterar su esencia. El alma del ser humano no es una postal sobre la que escribir un bonito cuadro, por el contrario es un esbozo, un dibujo hecho de esquirlas de sangre y piel.
A veces la mujer oscura se asomaba a tus ojos. Te veía llegar embozada en una mueca agria que cargaba con la sombra de tu cuerpo. Peleada con el mundo, con la existencia, con arrugas que eran como un acordeón en tu frente, cargada de malas vibraciones. El brillo de tus ojos se refugiaba en el acero con el que revestías tus palabras que eran como balas silbando sobre un muro que era preciso derruir si queríamos llegar hasta ti. Yo he estado allí. Te he visto como matando morías, te he escuchado decir y hacer lo contrario de lo que realmente querías decir y osabas pensar. ¿Eras insoportable? Insoportable y borde. Y aún así en la bruja que eres, en la que eras, había un ser humano entrañable. Si alguien sobrevive a una gigantesca tormenta, al finalizar ésta uno se encuentra con un paisaje tan hermoso como la mejor de las puestas de sol.
Hoy sigue todo igual y quienes te aman lo hacen también en tus momentos más tristes. Disfruta de tu oscuridad. Cultívala tanto, como cultivas la luz: Anega tu vacio con el silencio. Estoy seguro de que en ese silencio encontrarás lo que buscas. Disfruta de la noche.